miércoles, 24 de abril de 2013

De viaje


Desviándome un poco del camino trazado en las últimas entradas, me gustaría aprovechar la reciente experiencia de un viaje que he realizado, para narrar como lo he compaginado con la diabetes, dado que ha consistido en un viaje de nueve días fuera de casa, y creo que pueden ser útiles las distintas pautas que he practicado para que la diabetes no supusiera ningún problema en mi día a día.

Decir, que aunque esta salida no ha estado relacionada con el deporte, podría extrapolar los criterios a tener en cuenta a un viaje de carácter deportivo, añadiendo las pautas específicas que la práctica deportiva conlleva.

En primer lugar, a la hora de hacer la maleta, no olvidarse de todo el instrumental necesario (tiras reactivas, medidores, lancetas, agujas, plumas). En mi caso, además, entregué a mis compañeros un par
de plumas, con agujas y tiras por si perdía las mías y así no encontrarme con el problema de verme sin insulina. También aconsejo llevar varios medidores, y siempre llevar encima la suficiente insulina como para aguantar sin problemas los días fuera de casa, por si se pierde la maleta o es robada.

También recordar que es necesario llevar un documento médico donde se especifique que se tiene diabetes y el requisito del uso de insulina, para que se nos permita introducirla en el avión.

Respecto al frió, yo en mi caso no llevo ninguna mochila especial que conserve la temperatura, más por la experiencia que por lo que en teoría debería de hacer, pero en mi mochila siempre va la pluma sin ningún instrumental térmico.

Una vez comenzamos a comer fuera de casa, los controles glucémicos son de vital importancia dado que es más fácil que nuestra glucemia se vea desestabilizada. Por ello, antes de cada comida mediremos la glucosa en sangre, y a partir de ella, valoraremos que dosis es la óptima.

Quizás esta decisión es la más difícil y la que más nos puede costar, pues calcular los hidratos de 
carbono a ojo y no saber en cuántos va a consistir la totalidad de la comida, puede hacer que nos  perdamos un poco. Lo que yo hago, y que por ello aconsejo, es ponerse unas unidades al principio, y si calculamos que al final hemos comido más raciones que las estimadas al inicio, habrá que ponerse otra dosis extra para evitar encontrarnos a las horas con una hiperglucemia.


Esta fragmentación de la dosis probablemente no se recomiende en ocasiones, en mi experiencia nunca he tenido problemas con ello, y así, me he evitado de que la glucemia postprandial estuviera por las nubes.

Cierto es, y cosa que no voy a negar, que en los viajes o por lo menos en mi caso, cierto desequilibrio hay sobretodo con valores altos, pero no el suficiente para privarnos de ellos, además, yo pienso que es mejor redondear para arriba que suframos una hipoglucemia.

De nuevo con el tema de la temperatura, por ejemplo si estamos en lugares de mucho calor y podemos pedir un vaso con hielo, yo normalmente meto las plumas que llevo encima en ellos, pero si no existe tal posibilidad, tampoco es un motivo de preocupación, pues tales plumas yo las utilizo en los viaje solamente y a la vuelta a casa, ya las desecho aunque queden unidades en ellas.


Recordar que en función de la actividad que vayamos a tener durante el viaje, la relación unidades/ración puede variar, pues no es lo mismo un día entero en la playa que una excursión con su caminata correspondiente. Por ello, si consideramos que nuestra actividad es escasa, deberemos de aumentar tal relación para evitar hiperglucemias severas.

También que no se olvide la administración de la insulina de acción lenta si en nuestro caso la usamos, pues dado que nuestros horarios carecerán de rutina pueden favorecer tal olvido.

Realmente, con que tengamos un poco de atención de ir siempre con el medidor y la insulina, y por supuesto, azúcar para en casos de hipoglucemias, no sumaremos obstáculos a nuestro viaje, y por ello, que nunca la diabetes suponga un problema a la hora de viajar, cosa que totalmente recomiendo.